La jornada simple: un derecho amenazado

Familias y docentes rechazan el cambio de jornada simple a jornada completa establecido de manera obligatoria por el Ministerio de Educación porteño en una treintena de escuelas primarias.

Los tiempos de escolarización forman parte de un histórico debate en el ámbito educativo. Hay distintas tendencias y, aunque algunos países del Primer Mundo optan por reducir la permanencia de los niños en los establecimientos, en la Argentina el consenso marca que los distritos tienden a impulsar la jornada completa.

Dentro de este enfoque, el Ministerio de Educación de la Nación anunció en abril de este año que su cartera financiaría la extensión horaria en las escuelas otorgando 18 mil millones de pesos a cada provincia. Y quedaba en manos de cada jurisdicción cómo organizar el nuevo régimen. En la Ciudad de Buenos Aires, una treintena de escuelas públicas de nivel primario, hasta ahora de jornada simple, recibió la notificación, de manera informal, del cambio de horario.

La decisión puso en alerta a familias, docentes y comunidades educativas que cuestionan lo intempestivo del proceso, defienden la permanencia de la jornada simple y advierten sobre el impacto que pasar al nuevo régimen tendría en establecimientos sin infraestructura, organización y personal docente suficiente.

Todo está regido por la informalidad y la ausencia de una resolución escrita. Esto genera dos situaciones: reina la incertidumbre, porque va variando la fecha fijada para empezar a aplicarse (primero fue agosto, luego septiembre y ahora octubre). Y hay dudas sobre cómo adecuar la transición. Los escritos con pedidos presentados por colectivos de familias, en algunos casos a través de legisladores, no fueron contestados. Al elaborar esta nota, se buscó entrevistar a funcionarios del Ministerio de Educación de la Ciudad, pero no hubo respuesta.

Mariana Kooler, la creadora de la cuenta de Instagram “Salvemos la Jornada Simple”, cuenta: “Todo empezó días antes de las vacaciones de invierno. Se les empezó a decir a los directivos de los colegios afectados que pasarían a jornada completa desde agosto, solo con un mes de plazo. Las familias afectadas comenzamos a armar grupos de WhatsApp, primero internos y luego uniendo a los distintos establecimientos”.

La jornada simple tiene sus adeptos por elección o por necesidad. En estos segundos casos, se enmarcan muchos chicos con Certificado de Discapacidad, que para su integración asisten acompañados de una maestra especial con cobertura tan solo en medio turno. Además, en algunas patologías es complejo, por razones psíquicas y físicas, pensar la permanencia de los alumnos que las sufren durante una jornada entera en las aulas.

Los horarios laborales distintos del clásico de oficina, la concurrencia a actividades extraescolares, como deporte, música o idioma, o hasta la voluntad de pasar más tiempo con sus hijos hacen que los progenitores nucleados en estos grupos no vean con buenos ojos que su escuela adopte la jornada completa. Movilizados para evitarlo buscan así evitar el “chantaje” de tener que elegir entre cambiar de institución o modificar por completo la rutina formada hace años en la familia. Por eso, realizaron en las últimas semanas abrazos a las escuelas, juntada de firmas y acciones de amparo en la Justicia.

Cómo afecta a las familias

Relata María Rutkowski: “Tengo un hijo en 6º y una nena en 1º, y ambos van desde que empezaron allí, a una institución en Monte Castro (la Nº 14 del Distrito Escolar 12). Pese a que en el medio nos mudamos a Parque Patricios, decidimos dejarlos porque estábamos más cerca del trabajo por cualquier problema. Mi marido es encargado de edificio y tiene horario cortado, de 7 a 12 y de 17 a 20 horas. Yo ejerzo como psicóloga desde el mediodía hasta la noche. La jornada simple es ideal porque él recoge a los chicos, les da de comer, hacen la tarea y está con ellos”.

Y ejemplifica: “Mi hijo hace desde los 3 años fútbol infantil en Huracán, en horario vespertino. Desde que está la posibilidad del cambio de modalidad está llorando. Está a un año de terminar el primario, ya encargamos el buzo de egresados y él quiere hacer 7º con sus compañeros. Pero, si esto sigue, lo van a tener que hacer elegir entre su grupo de la escuela y el del club, donde también tiene pertenencia. Es terrible”.

Para Alejandra Jagoe, madre de un nene de 6º grado de la Escuela 14 del Distrito 18, “va a ser un cambio innecesario, arbitrario y brusco”. Y se desahoga: “Estamos desesperados porque las semanas próximas son cruciales”. Jagoe aclara que no está en contra de las escuelas de jornada completa, pero “siempre que se construyan nuevas para ello”. Y plantea: “Venir a cambiar esta modalidad después de lo que fue la pandemia y el impacto en los chicos, sumándoles ahora el doble de las horas, no nos parece”.

Además, hace foco, por un lado, en que la infraestructura no está preparada en muchos establecimientos, al punto que ante la ausencia de comedor, prevén que el almuerzo se sirva en las propias aulas; por otro lado, destaca que desde lo legal se ha establecido un amparo colectivo asesorado por la Defensoría del Pueblo. Aunque nos hace saber que desde la Justicia lo desestimaron al enfatizar que cada escuela está en una situación distinta en cuanto a infraestructura y condiciones para absorber el nuevo horario. Por ello, ahora insistirán con amparos con los casos particulares.

Cómo lo viven los docentes

Entre el personal docente no hay menos incertidumbre. Cuenta Silvina Gago, a cargo de un curso en la Escuela 7 del Distrito 12: “Hay un montón de interrogantes para los que no hay respuesta. Nosotros elevamos cartas en julio, agosto y septiembre a la supervisión. Nos preguntamos cuál es el sentido de este cambio, por qué no se consulta a la comunidad, y cuestiones pedagógicas como de qué manera será el vínculo con alumnos que no se conocen y se juntan, o cómo se trabajará entre cursos que hayan visto ciertos temas distintos”.

La docente cuestiona que este escenario irrumpió “en el primer año de estabilidad emocional tras la pandemia”. Y plantea: “Por primera vez estábamos terminando un ciclo lectivo con recuperación de vínculos, actos escolares, horario de entrada y salida, y todo eso se ve alterado. Además es algo deshumanizante porque parece que fuerza a la expulsión a aquellas familias que no puedan o quieran adaptarse al nuevo régimen. Va contra la idea de comunidad, de relaciones afectivas que las escuelas buscan formar”.

Desde el margen de acción sindical, la falta de un plan formalizado por escrito hace que no haya certezas sobre cómo afectará a los puestos de trabajo del personal docente. El sindicato Ademys puntualiza que en la decisión se esconde un ajuste presupuestario. Al respecto, señalan en un comunicado: “Un cargo de jornada completa es más barato que dos de simple. Y las Escuelas Integrales Interdisciplinarias se quedarían con menos opciones de escuela para integrar a sus estudiantes en la modalidad común. También, al haber reducción general de cargos de jornada simple, no es seguro que todos los docentes titulares puedan tomar cargos equivalentes en otras instituciones, mientras que suplentes e interinos podrían quedar cesantes”.

Por Mateo Lezcano
para la Cooperativa de Editores Barriales EBC
Comuna13online