Edición 2020 de “Esculturas en el jardín» en el Larreta”

Por las situación de público conocimiento, el tradicional ciclo de esculturas del Museo de Arte Español Enrique Larreta presenta este año un recorrido diferente. Se exhiben 20 esculturas de artistas contemporáneos.

Desirée de Ridder – Lechuza I (2017) y Lechuza II (2019)

Las obras se encuentran ubicadas en diversos puntos del jardín andaluz en los que se pondrán en evidencia su materialidad en contraste con las texturas que ofrece este espacio creando un recorrido novedoso. Con la coordinación del museo y la curaduría de Delfina Helguera.

Las obras se encuentran ubicadas en diversos puntos del jardín andaluz en los que se pondrán en evidencia su materialidad en contraste con las texturas que ofrece este espacio creando un recorrido novedoso.

Este año se exhiben 20 esculturas de artistas contemporáneos en diálogo con el paisaje que ofrece el jardín del museo. Algunos de ellos ya han participado del ciclo, otros lo harán por primera vez desafiando en conjunto los cambios climáticos de esta época para adaptar sus creaciones.



La exhibición

La exhibición de esculturas en el Museo Larreta se plantea desde dos lugares desde mi punto de vista: por un lado ser un espacio abierto a la experimentación, y que los artistas puedan pensar una obra que necesariamente va a interactuar con la naturaleza, algo que no es tan común. Nuestro museo además está asociado al arte español de los siglos XVI y XVII y la maravilla de un jardín de estilo hispano-morisco, con la presencia de fuentes y mosaicos que lo hacen tan característico. Justamente estas cualidades son las que se tornan interesantes en diálogo con obras contemporáneas y le dan sentido al museo como un lugar de encuentro y diálogo entre épocas distintas.

En esta nueva edición de la exhibición, hay un fuerte presencia de obras que hablan sobre la ecología y el medio-ambiente como la de Claudia Aranovich, Monte en extinción, en donde hay un tronco verdadero atravesado por un flujo de vidrio, la de María Guallar que remite a las heridas que le infligimos a la tierra a través de una aguja fuera de escala, Marie Orensanz diseña una planta en aluminio y cala la fórmula del dióxido de carbono y el plomo que es perjudicial para la naturaleza y Desirée de Ridder moldea en cerámica unas lechuzas que conviven con ella en el campo argentino. Juan Pablo Marturano esculpe una cadena de montañas de la provincia de San Juan en granito, El cordón de la Ramada a las que él mismo ascendió como alpinista. Mónica Canzio remite a formas de la naturaleza con las que viene trabajando, al igual que Eugenia Streb que interviene la rama de la Magnolia con un bulbo trenzado.



Hay otras obras que se embarcan en búsquedas formalistas y experimentales como la del dúo conformado por Carola Zech y Federico Roldán Vukonich que armaron una gran pantalla iridiscente en donde el paisaje se percibe de otra manera, emisora y receptora de estímulos sensibles al decir de ellos. Paulina Webb y Norma Siguelboim exploran el color, en el caso de Paulina sobre lienzos que ondulan y en el caso de Norma en su interacción con la luz en un gran cubo de pequeñas piezas de acrílico. Los trapecios de Gabriela Heras penden entre dos palmeras en un doble juego de movimiento,transparencias y colores que interactúan con la luz. La escultura de Julia Farjat es sólida y roja, una forma que sobresale en el medio del follaje. En cambio la de Marcela Gásperi remite a los juegos de niños en plazas, un rompecabezas de colores. Instante infinito se llama la obra de Natalia Abot, una estructura de malla metálica que pende de la Magnolia y se mueve al son del viento.

Y, también, hay obras que hablan de sus creadores de manera más personal como la Cabeza de Nushi Muntaabski (es el fragmento de una escultura de cuerpo entero), un autorretrato de la artista que mira el cielo y puede ser recorrida desde todos los ángulos. Las lágrimas de Valeria Budasoff, en este caso una obra de sitio específico, pensada para colgar de este árbol, otra Magnolia, que se mecen con el viento y reflejan los rayos del sol descolocando el sentido de las mismas, lágrimas sólidas y metálicas. La alunada de María Silvia Corcuera es un juego de palabras, la luna en este caso también representa un ojo y arriba está enroscada como un catalejo para que podamos espiarla. Pablo Ortíz diseñó una casita para colgar de un árbol, imposible de llegar aunque simbolice el lugar que deseamos (o no tanto luego de tanto aislamiento). El Portal para el descanso de un guerrero de Oscar de Bueno refiere a una forma muy utilizada en civilizaciones anteriores para delimitar el espacio común del espacio sagrado, esos portales que nos marcan el ingreso a un más allá, símbolos de un tránsito y están custodiados por guerreros. Y si hablamos de guerreros, contamos con una mujer guerrera, la Medusa con la cabeza de Perseo de Luciano Garbati, una mujer triunfante en clave contemporánea que alude al mito griego.

Delfina Helguera


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Escultores: Natalia Abot Glenz, Claudia Aranovich, Valeria Budasoff, Oscar de Bueno, Mónica Canzio, María Silvia Corcuera, Julia Farjat, Luciano Garbati, Marcela Gásperi, María Guallar, Gabriela Heras, Juan Pablo Marturano, Nushi Muntaabski, Marie Orensanz, Pablo Ortiz, Desirée de Ridder, Norma Siguelboim, Eugenia Streb, Paulina Webb y Carola Zech – Federico Roldán Vukonich.

Catalogo de años anteriores

El montaje de las obras

Las muestras que estamos acostumbrados a ver en los museos parten de varios procesos en momentos precisos e involucran el trabajo de todas sus áreas con un rol determinado. Muchos de estos se producen detrás de escena y los visitantes no siempre tienen oportunidad de conocerlos. Por eso en esta ocasión nos parece interesante acercar al público el trabajo detrás del montaje de esta exposición.

Es uno de los momentos cruciales donde se verá reflejado toda la producción previa: la idea, la investigación, la conservación, el impacto en el sitio, el mantenimiento, el diseño museográfico, etc.

En la fase de montaje en este tipo de exhibición al realizarse al aire libre se debe tener en cuenta: que la obra se pueda adaptar a las distintas condiciones climáticas; a la exposición solar; al entorno y el impacto que pueda generar, para que no perjudique al jardín, que es parte del patrimonio vivo del museo; y en este mismo sentido la técnica para colgar o montar los objetos, que no dañen las especies que allí conviven.

Este tipo de instalación resulta aún más interesante porque son los mismos escultores junto al equipo de montaje quienes llevan a cabo esta tarea todo a un tiempo perfectamente coordinado.